Sobre mi cama maltrecha,
herido durmiente,
ahuyentas en este crepúsculo
ahogos,
abismos,
acosos.
Con la misma intensidad
con que agudizan los cortos de vista,
me adentro
a descubrir,
acaso,
en un abordaje
abusivo,
accesible,
tus acertijos.
Tu cuerpo adherido
se me antoja
aflicción,
agotamiento,
abdicación,
en una acendrada acogida
de aguijones.
La acidez de la adolescencia,
acantilado que te lleva
a acariciar
con calentura
y
astucia
la ardida arma
de la batalla,
abastece, airada,
mi agrio acento
acerca de
nuestra abigarrada aventura.
El momento vivo
de nuestro afortunado afán,
a veces agigantado,
parece quererse agotar
afónico,
afilado,
aéreo,
con aire de aceitunado adversario.
Sigues apoderado
en esa acariciada postura,
donde las amarguras,
a la vez,
son agresiones
agrias y dulces
de desesperadas
dudas y frustraciones.
(Barcelona, mucho tiempo ya)
jueves, 13 de noviembre de 2008
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