martes, 11 de noviembre de 2008

CAFÉ DE LA ÓPERA 2

Bajo La Rambla,
acicalado,
con paso decidido
y controlado,
envuelto en los pensamientos
de un amante primario.

Hace más calor
en este agosto
del que pude llegar a imaginar.

Mis ropas,
limpias y planchadas,
comienzan a humedecerse
y a arrugarse
mientras espero sentado,
bebiendo una Voll Damm,
en la terraza del Café de la Ópera.

Normalmente no eres puntual.

Me estoy preguntando
qué he visto en ti.

La gente pasea
con el rumbo
que le marca
la ciudad a medianoche.
No hay elección:
Rambla arriba,
Rambla abajo.

Tengo mis dudas
sobre esa coquetería:
No puede ser que siempre llegues tarde.

La cerveza dura poco
cuando mi boca está seca y muda.

No hay aire en esta noche.

El Liceu
está justo enfrente:
¡ Qué imbécil es este país !

Me he quedado sin tabaco.
Me he quedado sin cerveza.
Me he quedado sin verte.

Ya es muy tarde.
Por esta vez
voy a salir
de esta situación.

El quiosco mantiene
todavía sus puertas abiertas.

Compro un paquete de Ducados.

Es entonces cuando
se abre un nuevo acto,
en esta obra,
y entras en escena:
Deprisa,
con mucho sudor,
tus brazos en jarra,
tus ojos buscando entre las mesas.

Estás frente a la terraza
mirando sin ver.

(Barcelona, mucho tiempo ya)

1 comentario:

EL POETA YA LO SABÍA dijo...

La imagen que recuerdo del Liceu es la de un Liceu arruinado por la debacle que supuso su incendio.

La expresión en este texto hace referencia a toda la propaganda buitre (patrocinadores de su recuperación) que se exponía en la vallas que lo protegían mientras se iniciaban las obras de su rehabilitación-reconstrucción