Sobre la arena, como sierpe,
justo a la hora del crepúsculo,
dormita tu acento
invadido y destruido.
Tu cuerpo de estatua,
bajo mi cabeza desnuda al deseo,
desgarra caricias
sobre mi pecho hechizado.
Solitarios, junto al mar,
hemos ganado
lo que tiene secreto
y se somete a nuestras influencias.
Más perdidos en los sentimientos
somos guardianes,
cuando no,
perros de nuestro antojo.
Nos acuna el canto del mar:
dulces olas,
sábana plateada,
regazo de antojos y suspiros.
Nos envuelve el canto del viento:
cálida brisa,
céfiro celoso,
voz clandestina de arrullo.
(Sant Pol de Mar, mucho tiempo ya)
martes, 23 de septiembre de 2008
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