La luna crece
a hurtadillas
y en tu balcón,
ciegos
en la noche negra,
nos sorprende
los sonidos
de la ciudad
entre tacto,
gozo,
jadeo,
robando besos despistados.
Ahogados y ajenos
abigarramos sobre el abismo
calenturas perdidas
en la alacena de los pensamientos
que condimentan
aislados suspiros
aferrados,
acorralados
en dos cuerpos
sumidos
sobre una alborotada mancha
de sudor y quejido.
La voz sin voz
queda en armónica afonía
y en tus ojos lucha
la cándida adolescencia
mientras penetra el aguijón,
sublimemente,
durante la penumbra
del crepúsculo de la mañana.
(Barcelona, mucho tiempo ya)
lunes, 1 de diciembre de 2008
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