sábado, 17 de enero de 2009

MIEL, CÁNTARO, BARRO

Te deslizaste
- tarde tormenta -
sobre mi cuerpo
en acongojado
desespero
de seda, después metálico,
como argollas carcelarias,
en un salto
de penumbra
fresca.

Lloraste provisto
de ojos sin luz.

No podía pedirte
ni que me soltaras
ni que siguieras arriesgado
a mi suplicio o tormento.

Abandoné
- guarida de silencio -
tu estancia,
caminando,
pies descalzos,
ausente de tus miradas
hurtadas,
de tu panal,
miel,
cántaro,
barro.

No quería despertar
mi abstracción
simple,
fija,
celosa,
ni negarme
tus roces de sal,
de brisa.

Fuego, alma,
peldaño de arcilla,
¡ déjame caminar sobre tu pecho !,
respirar de tu boca
el amargo celo
de mi conciencia
- fuera de tu lejanía -.

Farolillo de feria,
Apolo durmiente,
que el beso
- fragancia -
esculpa en tu frente,
de cera,
el día adverso,
la noche más luminosa.

Deja que te trague desde fuera,
con perspectiva de pájaro,
en mi castillo y mi escondite
rodeado de mis libros
- no todos los libros -
silencioso y orgulloso,
colérico y venerable.

Tu aire puro
no se encuentra
en las iglesias,
junto a la muchedumbre.

Ven con azote
sin mesura.
Ven con la cabeza
despeinada y el traje a jirones.
Ven solemne.

Deja que galope en tus sueños
sobre tus blancos muros
y llene de flores
tus praderas.

(Barcelona, mucho tiempo ya)

No hay comentarios: