domingo, 12 de octubre de 2008

DORMIDO EN TI

Tu boca,
eterna de atención,
fulmina golpe a golpe,
como el martillo,
los latidos
de mi
fuerza erecta.

Y yo,
sentado,
estirado
o derecho,
paciente que lo pide todo,
voy con mis manos,
entre susurros y quejidos,
hacia tu cuello blanco,
hacia tu cabeza de cortos cabellos,
hacia tus pezones duros.

Tus ojos azules vuelan
como las plumas azules del viento
y se sumergen,
profundos de mar,
cuando comienza
la explosión
de púas,
de espuma.

Te recorro entonces.
Abrazo tu cuerpo
y lo beso,
y me quedo
dormido en ti,
para siempre,
en el momento,
dormido.

(Barcelona, mucho tiempo ya)

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