Paseaba sus manos
sobre mis pies
y recorría el frío
y lo convertía en
calor.
La estancia
enmudecía
en el sosiego del
roce,
en el sofá.
Se hizo presente
el deseo
y se alzó con voz
el quejido,
entre susurros y
juegos.
Aleteo de abrazos,
envolturas de
besos,
sabores enjugados
en sexo.
Jadeaba, el jaleo,
con embestidas
y, casi sin
aliento,
me abandonaba al
placer.
Como si fuera el
último,
como el primero,
ahí estaba, así.
Barcelona, 12 de
enero de 2014