viernes, 19 de junio de 2009

EL INFORMÁTICO

Me manoseaba las tetas
con el descuido
de un amante despiadado.
Las escupía
y
luego
se amamantaba.

De cintura para abajo
nada existía.

Besos de cerveza y saliva,
componían la sinfonía
que se descontrolaba
con tocamientos
de penes erectos,
casi escupientes.

Después,
de la boca,
bajando al confín
de la baja cintura,
brotó esa hegemonía
que descompone
y oprime
y sublima.

No todo aquí era canción.
Su culo no era tocable.
El mío, si me conocéis, tampoco.
La insistencia de algunos de mis dedos,
era de rechazo continuo.

Su boca escupía, ahora,
cerveza entre su pene y mi mano,
entre mi pene y su mano.

Las distancias no lo eran.
Esas inquietudes, molestas,
no dispersaban el entendimiento.

Llegó.
Para mí primero.

Lo abandoné en los besos de otro,
en la mamada de otro.

Más tarde,
después de algunas palabras,
oía:

-Tres cosas me gustan de ti:
Eres calvo, grandote y tus tetas.

Barcelona, 18 de junio de 2009

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